Hay días en los que parece que Madrid existe sólo para ser refugio de melancólicos y naúfragos. Yo tengo un poco de ambos, y hoy es uno de esos días en mitad de Junio. Por eso me he levantado con esta idea rondando, y no he parado hasta darle forma. Ha sido en Callao, mirando el cielo de la Gran Vía que aparece en la foto, cuando por fin he conseguido entender lo que quería decir y no lograba articular. Me he sentido mucho mejor porque, hasta ese momento, todo estaba siendo terriblemente extraño, como de desasosiego sin tristeza, como de tranquilidad sin alegría, como de ni fu ni fa. Y yo sólo soy de extremos, especialmente en estos días en los que mi signo del zodiaco se encuentra como pez en el agua rozando el día que nací hace 30 años. Así que he salido a la calle sólo por no estar más tiempo en casa, y he regresado cuando estaba lo suficientemente lejos como para querer regresar. Ha sido entonces, al darle el primer sorbo a la cerveza, cuando todo se ha ordenado, y he vuelto a sentirme feliz en mi tranquila cotidianidad.
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