Leyendo Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, de Albert Espinosa, me doy cuenta de que mis "problemas" vienen única y exclusivamente, de mí misma. Y esto que parece tan sencillo, en realidad no lo es tanto. Porque uno puede tardar toda una vida en comprender que siempre tendrá que solucionar cosas propias a las que aún no se ha enfrentado, por mínimas y tontas que sean.
Yo me encuentro en esa fase, quizás porque me queda poco más de un mes para cumplir 30 años y estoy, aunque suene ridículo, pasando por ese tipo de crisis que se pasa al cambiar de decena. Y no es que no soporte "hacerme mayor". No, no es eso, siempre le he encontrado un gusto peculiar a cumplir años, pese a las arrugas, las canas y demás inconveninetes del paso del tiempo. Pero ahora estoy instalada en la crisis, y voy a quedarme en ella un rato más. Sin drama, sólo con un poco de tristeza y una pizca de nostalgia, haciendo recuento de lo que voy dejando atrás, de lo que ya tenía que haber sido y probablemente nunca será... y de todo lo que está por venir. Pero para que algo llegue, debería empezar por levantarme de la cama y enfrentarme a las pequeñas cotidianidades como ducharme, hacer la compra y la comida, o salir a la calle y solucionar mil asuntos pendientes. O quizás tendría que levantarme, en cualquier caso, y preparar la clase que daré el jueves de Imperativo con OD y OI, que tanta inseguridad me causa, pese a que R. dice, medio en serio medio en broma, que se me da muy bien el Imperativo.
Pero como he trabajado 30 horas en 3 días, y estoy deprimida porque voy a cumplir 30, decido quedarme en la cama, tumbada, leyendo Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven, de Albert Espinosa.