Cómo me gustaría tener un maldito fin de semana libre…Y que tú también lo tuvieras. Y poder hacer planes, o no, y al despertarnos, tras mirar al cielo, decidir que nos vamos a ver la nieve, o el mar, o Madrid. ¿Recuerdas Madrid? Ciudad inmensa que ha quedado reducida a un puñado de calles por las que sólo corremos. Siempre al mismo sitio, a ninguna parte.
Cómo me gustaría tener un maldito fin de semana libre… y poder hacer lo que quisiera. Y al despertarme, tras mirar al cielo, decidir que no voy a mirar nunca más el reloj. Y no sentir el cansancio que me lleva a la inmovilidad, y volver a bailar hasta el amanecer sin temor a la resaca del día después… y no pensar que al día siguiente tengo que volver a trabajar.
Cómo me gustaría tener un maldito fin de semana libre… y todos los demás. Y no tener que hacer piruetas con los horarios para adaptarme al tuyo, al mío, a los suyos. Y leer, y viajar, y correr por placer. Y volver al cine tres veces por semana, y al teatro que nunca pagué, y a los conciertos que tampoco, y a las cenas de cualquier precio cualquier día del año.
No es que el tiempo cambie a las personas. Es que se cansan de soñar con algo que tuvieron y que, saben, nunca más volverán a recuperar. Libertad. Libertad de poder mandarlo todo a la miera, porque “todo” era una categoría en la que no tenías nada que perder.
Cómo me gustaría tener un maldito fin de semana libre… y tener tiempo para mirarme al espejo y recordarme que soy feliz.